Movilizaciones por la Educación en Chile


Los jóvenes chilenos han puesto en jaque al sistema organizacional. ¿Qué han hecho?
Desde mi mirar, ellos y ellas han develado un enorme espacio de inconsistencia. Desde la convicción y la consistencia, han desnudado la falta de visión e inconsistencia de la adultez de una cultura que fue distanciándose permanentemente desde hace siglos de los deseos, sentires y convicciones de una permanente y hoy actual mayor cantidad de personas que optan por construir mejores y más habituales espacios de bienestar.
La cultura que vivimos se ha construido desde el distanciamiento de las necesidades humanas de colaboración, compañía, amor. Por el contrario, fueron y han sido pilares la competencia, la discriminación, el interés personal por sobre el colectivo.
Esta cultura así construida ha tenido en el sistema educativo originado a la par de la construcción del modelo industrial, e ilustrado su gran motor de re-genaración y creación de valores y conductas que retroalimentan el modelo de sociedad.
De allí que el cuestionamiento al sistema educativo Chileno, por parte de sus “beneficiarios” no sea solo eso, y por lo mismo cueste tanto a las jerarquías adultas  comprenderles y atisbar conversaciones que logren recoger las emociones contenidas detrás de la demanda y por lo tanto permitan construir caminos de encuentro.
El presente de una cultura como la de Chile está estructurado por adultos que viven en una vorágine de la obtención de más y más bienes, estratificados por clases sociales muy rígidas, orientadas a la permanencia de una sociedad desigual y desintegrada.
El fenómeno educativo, promotor de estos valores de sociedad a partir de la incomprensión de las necesidades del ser humano, organizado y orientado a la prosecución de objetivos utilitarios ha denotado con profunda contundencia su imposibilidad y desde su esencia en muchos casos, el desinterés,  de colaborar en la formación de personas autónomas, responsables, colaborativas, autoconscientes y respetuosas.
Ellos que son valores fundamentales en la construcción de una sociedad y cultura sana, se declaran en muchas visiones de enormidad de instituciones, pero no pasan de ser actos declarativos que no toman cuerpo en la vida cotidiana de las personas que hacen la organización. Allí lo que se vive es la mantención del sistema orientado al logro, a la competencia, y con ello – por añadidura –una enorme cantidad de factores que atentan contra el bienestar personal: engaño, abuso, obediencia, violencia autoritaria.
El reclamo de los jóvenes va más allá de lo meramente económico: reclaman también educación de calidad. Pero ni en uno y otro espacio hallan la contraparte emocional que sea capaz de comprender el deseo vivencial desde el cual surge la profunda solicitud.
De estas urgencias planteadas, la más sencilla de abordar es la económica. Y por ello sobre lo que más se escucha hablar a las personas es a propósito de los cambios hacia los sistemas de financiamiento que permitan equilibrar en algo la situación desigual de una de las sociedades más desiguales del mundo.
Pero respecto de la calidad. Nada se dice. O muy poco, pues lo único que aparece es un grupo de medidas orientadas a vigilar y a lograr competencia dentro del mismo marco de hacer educativo. La discusión profunda, no parece posible aun. Allí las distancias son más profundas, aunque también más confusas. Pues la adultez no visualiza nada distinto a la escuela que ha subsistido en los últimos 200 años y por otro lado los jóvenes necesitados de algo diferente tampoco tienen noción de alguna posibilidad distinta en el fondo de lo que una transformación educativa implica para acercarse a ser lo que el estado actual de nuestra especie, nuestras sociedades (incluyéndoles) reclama. Conservamos aun un modelo educativo de los más rígidos y arcaicos de los que la cultura occidental ha proveído. La mala educación, en ese sentido no sólo es resorte de las escuelas públicas. La mala educación Chilena es patrimonio nacional e incluye sin distinción a la mayoría de los colegios particulares de toda índole (ratificado esto con estudios internacionales, PISA por ejemplo: el mejor 30% de alumnos de Chile –de colegios privados- sólo logra estar en el promedio de los alumnos de países con sistemas educativos con mejores resultados, en Chile ningún alumno logra el nivel superior de comprensión lectora, ninguno); todos aquellos que han sido y siguen siendo bastiones de una concepción de la función docente como mecanismo de administración de la “verdad”, del “conocimiento”. Nuestro sistema educativo nacional, en general, sin distinción entre municipalizados y particulares atraviesa por la misma aguda crisis: incapacidad de respuesta (cambio) a una sociedad y jóvenes distintos que ya no necesitan de un espacio que les provea los conocimientos (contenidos) que están a la mano en cualquier lugar del planeta. El patrimonio de “la verdad” herramienta ocupada por el sistema educativo para hacer permanecer las relaciones de poder, autoritarismo y obediencia está desgranado por la ola gigantesca del tsunami de la hiperconectividad de la sociedad moderna. Las escuelas permanecen quietas sin moverse, sin mirarse a si mismas, sin proveer ningún tipo de reflexión que las lleve a modificarse en lo profundo. Por ello existe incapacidad de trabajar con los niños, niñas y jóvenes: la respuesta en todo tipo de colegios es la medicación, la represión, o el abandono: también sucede en otras sociedades que viven el mismo problema: Inglaterra, España por ejemplo: ¿resuenan esos países?, si, allí también hay crisis del modelo educativo, y por ende de la sociedad. La medicación, la exclusión, el adormecimiento de niños, niñas y jóvenes es la respuesta moderna para tener a los niños quietos y obedientes: la escuela ya no es capaz de trabajar con personas que por su naturaleza sean exploradoras e inquietas. Si el medicamento no es respuesta, la represión es la otra arma, y si eso no resulta: el abandono. Y aunque parezca increíble, no nos damos cuenta y este es el modelo educativo que en nuestro país practicamos desde hace años – aunque ahora profundamente agudizado- la diferencia y las repercusiones para la mayor parte de los adultos de hoy fue algo menor en la generalidad porque antiguamente existía la posibilidad de recobrar vida a través del juego de la calle, del barrio, de la comuna por la tarde, en la otra media jornada del día: la televisión también tenía menor penetración. Pero hoy, a niños y niñas también se les quitó eso, pues pasan todo el día en la escuela exigidos permanentemente, llegan a casa a completar todo lo que la escuela fue incapaz de proveerles, pues gran parte de lo que allí hacen no es significativo y el poco tiempo de ocio lo dedican a ver televisión que sólo refuerza valores sociales que nadie quiere en lo profundo realmente hacer permanecer. En suma todo el día expuestos a la exigencia, el abuso: lo último en importar han sido sus vidas.
Sin embargo, el último centenio dio en mismo occidente el surgimiento de gigantescas concepciones pedagógicas que echaron por tierra las nociones rígidas industrializadoras del ser humano: Montessori y Rudolf Steinner se encuentran como dos de los más influyentes pensadores que contribuyeron con modelos educativos (Montessori y Waldorf respectivamente) que se hallan por miles a lo largo del mundo y que hacen patente cotidianamente cómo el volcarse de manera respetuosa, considerada y comprometida con las necesidades humanas se convierte en un imperativo ético que no es posible abandonar una vez que se ha conocido y al mismo tiempo entonces dejado caer el paradigma escolar que tanto daño ha hecho a miles de personas en todo el mundo y millones cuando pensamos en cómo este modelo educativo ha favorecido la permanencia de sociedades orientadas a la desconfianza, la competencia,  y la enfermedad. Estas respuestas educativas han estado a la mano desde hace 100 años. Sociedades como Holanda decidieron volcarse a ellas hace varias décadas, pero en Latinoamérica no hemos tenido la claridad aun de visualizar que los cambios grandes requieren de los cambios pequeños, cotidianos, y estos modelos son muy exigentes en eso: sino cambia el adulto: ningún cambio sucede en las niñas y los niños.
Por ello este escenario planteado por los jóvenes de Chile no es una mera parte inconexa de procesos más profundos; muy por el contrario, es otro momento más de las transformaciones profundas que la sociedad en su conjunto requiere, necesita y que se orientan en la generación de una nueva educación que haga sentido con la nueva sociedad que se va abriendo camino poco a poco: sociedades de bienestar.
En Chile también hay experiencias Montessori y Waldorf, entre otras experiencias educativas que se han volcado al ejercicio de la creación de comunidades educativas centradas en la persona y  que favorecen la construcción de hombres y mujeres autónomos, responsables y respetuosos.
La generación de una sociedad más equilibrada, justa e igualitaria es un escenario básico que este movimiento social está regalando al país a través de la generación de mecanismos que ojala más temprano que tarde se acuerden y se pongan en ejercicio, cualquiera sea este: centralismo extremo de decisiones o mecanismos de decisión micro-barrial, pero con un estado fuerte como sostén económico del modelo.
Sin embargo, las transformaciones más profundas en educación todavía están por venir.

Ignacio Carrasco
Co-Director Colegio Quillahua Matríztico Montessori
Ingeniero/Profesor/Diplomado en Biología Cultural

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