"Dolor o No dolor" (Una historia en "Lo" Espejo)


Dolor o no dolor
(Una historia en “Lo” Espejo)

Dolor.
El Doc, me dice: “Se aprende por curiosidad o por dolor”. Examino aquello y me pregunto: ¿Cuántas curiosidades tuve, cuántos dolores tuve? Miro atrás y creo ver mucha curiosidad; he sido “busquilla”; y dolores?:  mmm…

Al 4º día, la María S. es interpelada por una compañera, tangencialmente, pero todos sabíamos que era a ella a quien se dirigía el cuestionamiento: este se basó en una actitud  xenófoba de la Mari, discriminatoria por donde se le viera contra niños con discapacidad. La Mari S., es una mujer joven con dos hijos, un matrimonio con un hombre que ella califica como “enfermo” de enfermedad mental, alguien disminuido en sus capacidades intelectuales, con quien mantiene una violencia intrafamiliar constante.  La Mari S, en los distintos días ha dejado ver detalles de su drama. Pero para muchas de sus pares ella no  quiere ayuda, según ellas sólo dramatiza de la boca hacia afuera, porque al final no hace nada para salir de allí. Nuestro “curso” reuniones, han girado en torno de conocer cómo nos hacemos cargo de nuestras circunstancias, desde allí el curso ha sido duro para la Mari. La Mari S, ha hecho muchos cursos. Este es uno más de una larga lista, todos terminados, ninguno vivido “a concho”. Ella se reconoce problemática, manifiesta el primer día abiertamente que ella va al choque. Ha hecho tantos cursos, sin embargo, nada ha pasado con ellos, no hay redes, no hay emprendimiento, no hay cambios, nada. Con su madre vivió un continuo desamor, tanta indiferencia sintió de ella, que no se dio cuenta cuando la enfermedad fue de verdad y que el sufrimiento de la madre era justificado como para que la asistieran, sólo la ayuda de terceros permitió que la madre de la Mari S. pasara algunas mejores horas en el hospital antes de morir. La Mari S. en aquella conversación problemática quiso probar a la Paty, quería descubrir su dureza: La Paty tiene un hijo con síndrome de Dawn, y la Mari S. no tuvo empacho en decir que no toleraba a los niños con el síndrome, como a ningún otro que no tuviera la “perfección divina”. La Mari S. es cristiana, profundamente cristiana.
Cuando la Isabel realiza aquel cuestionamiento en público, ese cuarto día de clases, de un curso que duraba siete, la situación la sentí de difícil resolución. Tanto derecho teníamos para sentirnos pasados a llevar por tal frialdad demostrada por la Mari S., pero cómo salvarnos todos de no caer en lo típico, en la victimización una vez más de quien también ha sido victima de nuestra cultura. Duró mucho la conversación: sin nombres, a duras penas salimos de un momento difícil, aunque  con una sensación de que había sido posible respetar distintas visiones, pero obviamente faltaba.
En el café, la Mari se me acerca, y me confiesa que es ella a quien se increpa. “Mari, -le digo -has escapado tanto tiempo, no queriendo dar el paso de aceptar cariño de las personas, quieres, pero repites la experiencia de desamor de la casa, de tu madre. Mari, Para: La Paty, yo, tú y todos queremos ser queridos, respetados y amados, atrévete a terminar este curso de otra forma, no busques una nueva excusa para alejarte del cariño que buscas en estas instancias”.
La conversación fue demasiado significativa para un cuarto día de un curso de “habilidades para el trabajo”, pero la verdad es que a esa altura la Biología cultural se había tomado el espacio.
En mis años de desarrollo profesional, de trabajo con Montessori, y de reflexiones cotidianas en torno a la MBCExH, había logrado enriquecerme con muchas dinámicas, juegos, estructuras de curso, PPTs, etc. De una manera u otra este breve curso, había logrado ser una extraordinaria síntesis de lo que había hecho y soy hasta hoy.
Durante las sesiones nos reímos mucho. Del curso del lado nos echaban tallas por eso. Pero la verdad sea dicha es que a su vez logramos momentos de una intimidad asombrosa, hablamos de todo: Biología, Filosofía, Historia, Ciencia, Religión, Política y un largo etc. pero por sobre todo de la vida, la cotidiana y simple, rica y tan mamífera vida humana. Ello fue extraordinario, la riqueza lograda me asombra.
Luego de aquella conversación la Mari se enfrentó al curso y pidió disculpas públicas, de una manera complicada que dejaba espacio a enormes dudas, pero me propuse que valoráramos el acto, la decisión, públicamente lo manifesté así. Al otro día, día de completada para finalizar la semana (esta completada fue parte de las decisiones que como grupo se tomaron al calor de la calidez y la disposición a vivir momentos agradables como grupo, en ella: aparte de los ricos completos también hubo guitarra, canto y mucha conversación y risas por supuesto), Ese día la Mari S., llega tarde, me cuenta que fue al doctor para verse una fiebre que la acompañó toda la semana y que en aquel día se había agudizado. Viene el fin de semana, y la posibilidad de deserción es alta. Sin embargo, el lunes la Mari aparece: esta vez cambió la ropa que había usado sagradamente toda la semana anterior, se le veía distinta. ¿Cómo estás Mari?, “bien profe, me siento liberada”. Algo pasó en ella. Al otro día, la Mari, llega nuevamente con ropa distinta, esta vez además se le nota más preocupada, arreglada, más iluminada. La Mari está alegre. Ya no está la necesidad imperiosa de hablar de sus dramas, más bien busca reírse con las demás del grupo: la Mari por primera vez está terminando un curso como parte de un grupo humano, validada en su individualidad, querida y respetada. La Mari se ha sentido feliz, y como ella dice: atesorando este gran empujón para llevarlo siempre consigo para no olvidarse jamás de sí misma.
El curso al que se alude, fue un curso desarrollado en la población Clara Estrella de lo Espejo con 25 mujeres pobladoras. El curso repetía la orientación del módulo Preparado de habilidades para el trabajo. Sin embargo, las conversaciones generadas con este grupo de pobladoras fue siempre más allá, porque a estas alturas también para mi es imposible no hablar de Biología Cultural, de Biología del Amar, o Biología del Conocer, cuando  es aquello lo que está detrás de todo nuestro relacionar y al ver aquello -como dice Ximena- de que somos capaces de darnos cuenta que nuestros dolores son culturales.
En el curso, fuimos niños, niñas, en muchos momentos, me preocupé que nos sintiéramos cómodos, muy cómodos, queridos, respetados, y desde allí: juguetones, sueltos, con tranquilidad para tratar los temas domésticos y los profundos. La oportunidad generada fue maravillosa. Los resultados de tan sólo siete días me dejaron contento, animado, lleno de ganas de no desperdiciar oportunidades como estas. Sin lugar a dudas, confiar en lo que somos como especie humana, dejándonos llevar por la atracción de sentirnos cómplices en una vida comunitaria en la cual estamos hermanados, logra dar vuelta circunstancias que desde otro prisma se viven tan difíciles, con tanta desconfianza y por añadidura con desesperanza.  
Al final, se repitieron frases como: “ojala la escuela hubiese sido así”. O  “que lindo es que nuestros hijos pudieran tener una oportunidad como esta”. O “ojala hubiese podido ir antes a un curso así”.
Y lo más increíble de todo  para mi, es que también yo se que lo vivido fue muy especial, y no me cabe la menor duda de lo significativo que pudo ser o puede seguir siendo lo vivido para muchas de ellas, porque yo mismo viví la misma liberación, sentí la misma plenitud de lograr ver mi presente con otros ojos, tomando la riendas de mi propio mirar y de las circunstancias que con él se generaban. La grata responsabilidad de hacernos cargo de nuestras vidas comprendiendo las circunstancias de amor biológico-culturales en que se circunscriben es un paso de autonomía reflexiva hermoso que dan muchas ganas de compartir.

Ignacio Carrasco
Enero de 2009

Comentarios

  1. Buceando en escritos antiguos, me encontré con este, que no sólo me conmueve por recordar a cada una de las personas de aquel curso, sino además por el guiño que en la reflexión posterior hay hacia la sencillez de las cosas y cómo todo nuestro universo enriquecido de felicidad. belleza, maravillamiento, aprendizaje ocurre en aquellos pequeños instantes en que tomamos en nuestras manos la humildad y el valor para mirarnos a los ojos de igual a igual y acompañarnos allí en nuestro caminar.

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